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La impunidad del logotipo

La impunidad del logotipo

Un buen logo debe ser versátil para que pueda adaptarse a diferentes públicos y contextos.

El logotipo es el elemento gráfico de la marca más protegido por el departamento de comunicación de cualquier empresa. Para evitar los más que habituales “ponlo un poco más grande” o “este no es el pantone correcto”, los manuales de estilo tratan de salvaguardar la virginidad gráfica de tan emblemático símbolo.

En cualquier caso, la norma generalizada es “no me toques el logo”. El miedo a que la identidad y los valores corporativos de la marca puedan enturbiarse con algún cambio hace cuidar los espacios, el color, las proporciones y todo el conjunto. En general, hay una marcada fobia a variar un milímetro las normas y los expertos conocedores de los usos se tiran de los pelos cuando ven algún desvarío.

¿Quizá nos estemos extralimitando? Está claro que una marca debe ser fácilmente reconocible por sus consumidores, para eso se inventaron, pero poder variar, perturbar o hasta sodomizar un logotipo con cualquier tratamiento u otros elementos, siempre dentro de su universo de significados, puede aportar más diferenciación y valor añadido a nuestro producto o servicio.

Un buen logo debe ser versátil para que pueda adaptarse a diferentes públicos y contextos. Obama, en sus primeras elecciones presidenciales, supo jugar con su imagotipo de campaña para acercarse a los diferentes segmentos del electorado norteamericano.

doodle_google_logo

El caso más radical, el anticristo para los defensores del logotipo inmutable, es Google con sus imaginativos Doodles. Y no podemos decir que le haya ido muy mal a la empresa de Mountain View. Empezó en 1998 con el Burning Man Festival y desde entonces nos ha comunicado su concepto de empresa versátil vinculada al conocimiento a través de su logo, incluso con animaciones y elementos interactivos. De hecho, ya son tan frecuentes que hay quien dice que han pasado de conmemorar centenarios a celebrar los 132 años, 3 meses y 7 días del nacimiento de Einstein.

En cualquier caso, las marcas -como las personas- están para quererlas, odiarlas, desearlas o estrujarlas. Y las personas somos cambiantes y tenemos días para todo y para todos. Hagamos las marcas más humanas y concedámosles un poco de la libertad que todos anhelamos.